domingo, 22 de febrero de 2009

¿FUNCIONA LA DEMOCRACIA ELECTORAL?

Laura Fdez-Montesinos Salamanca

Según el diccionario, Democracia es aquel régimen político en el cual el pueblo ejerce la soberanía por sí mismo, sin mediación de un órgano representativo (democracia directa) o por representantes intermediarios (democracia representativa). Proviene del griego: Demos- pueblo, y Cracia mando.
Las implicaciones actuales de democracia, establecen la garantía y el respeto a una serie de derechos y libertades, protegidos por una legislación igualitaria que castiga al trasgresor, independientemente de su clase y poder. Es inclusivo, no exclusivo. Cuando dichas libertades se restringen, son amenazadas, presionadas, abolidas, o violatorias de derechos, la democracia queda anulada y se convierte en un régimen déspota y autoritario.
México se presupone país democrático, aunque no existan todas las garantías. De esta manera, la pregunta sobre si la democracia funciona realmente, obliga a un análisis fundamental.
En primer lugar la presunción de democracia electoral establece que debe existir sufragio, derecho al voto, multipartidismo, libertad para militar políticamente, y para elegir a los representantes del pueblo.
El que las elecciones se lleven a cabo es signo inequívoco de democracia. La pluralidad partidista también, pero a la hora del cómputo final habría que destacar ciertas situaciones que ponen en cuestionamiento el sistema electoral. ¿Se presiona a los votantes? ¿Se coaccionan los votos de alguna manera? ¿Existe manipulación o irregularidad en las casillas? ¿Se respetan las garantías de todos los candidatos y las de los votantes? Y una vez finalizado el conteo ¿Se respeta la voluntad del pueblo?
Que en México se compra el voto no es ningún secreto. Que se presiona y coacciona tampoco, especialmente a individuos con grandes necesidades, y escasa formación o información. Que se otorgan regalías en forma de vales de despensa, gasolina, y un largo etcétera, son delitos comprobables, por más que lo nieguen los implicados. Que existen irregularidades durante el proceso electoral, es más que obvio. En caso de duda, no sobra entrevistarse con los foráneos que votaron en el D.F. durante la última elección federal, a los que se negó su derecho, excusando falta de papelería… algo impensable y previsto por la ley en cualquier país democrático que se precie. Que no se respeta la voluntad del pueblo lo comprobamos cuando se negó la transparencia y el acceso a medios e instituciones que solicitaron la revisión y re-conteo de votos en la última elección federal. Y qué decir de un estado cuyos latidos fieles resuenan con fuerza en todas partes, aunque sean arrítmicos. Donde se ha sustituido el cromatismo por el rojo único, símbolo de la desaparición de la pluralidad.
Las optimistas palabras de algunos la declaran “democracia en pañales”, cuando la realidad es que los derechos de los ciudadanos de este país son pisoteados con alarmante frecuencia, o están supeditadas a la riqueza, el poder, y el interés o el beneficio que pueda aportar a la clase política gerente, ocultando la maraña de trapicheos y marrullerías antidemocráticas tras un espejo convexo.
La realidad manifiesta es que la clase política de este país se ha enquistado en el poder y no se preocupa por cumplir su labor de servidor público, sino por sus propios intereses. Por lo tanto no es tan importante el partido rojo, como oposición del azul en algunos estados, pues las alianzas estratégicas se acuerdan en factores monetarios bicolores y de clientela cómplice.
Está claro que una dictadura no es completa sin un grupo armado en el poder, sin un partido único y sin garantía de derechos ciudadanos. Bueno, el ascenso del militarismo en México es más que elocuente. Los partidos únicos también, pues además del ya denominado PRIAN, se han acotado y abatido mediante estrategias diversas, la competencia partidista. También los estados monocromos. Y no decir de los políticos, que siempre son los mismos, aunque salten de partido a partido, según se acomoden, como ranas en un charco de corrupción.
En cuanto a la falta de garantías ciudadanas, la libertad de expresión es la más castigada. Bien es cierto que ya no existen esos Halcones, pero otros pajaritos les cierran el pico a periodistas responsables, inteligentes, y certeros en sus críticas y denuncias como sucedió con Carmen Aristegui o Gutiérrez Vivó; o se les enjaula y tortura, como a Lidia Cacho. Mientras tanto, los denunciados: mafias organizadas con poderosos nexos en las altas esferas políticas, son auspiciadas por preciosos gobernantes, que terminan de protectores de pederastas, en apologistas de la niñez… Y en comunidades apartadas se asesina a los comunicadores y líderes sociales indígenas. Eso sin tener en cuenta las periódicas matanzas como Acteal o Aguas Blancas, entre muchas otras, que los privilegiados y exclusivos dueños de la comunicación censuran, maquillando la información a favor del grupo en el poder. Y cuando los intereses de estas grandes compañías, dueñas de la información, se ven afectados, cumplen sus amenazas, aunque sea a costa de delitos electorales, como recientemente ocurrió, cuando Televisa y TV. Azteca acordaron interrumpir con propaganda electoral, la programación de mayor audiencia, tiempos obligatorios por ley en cualquier país verdaderamente democrático, en espacios gratuitos establecidos en la legislación, ¡siempre en los horarios de menor audiencia que nunca interrumpen ni chocan! Lo que chocó fueron los millones de pesos ilegales que dejaron de percibir, gracias al gasto electoral. Y eso que son los favorecidos en su bipolio con la exclusión de impuestos, evasión fiscal, acaparación de la banda transmisora, y otros delitos, además de apoyar junto al gobierno, la alienación y el retroceso educativo de este país, que tan beneficioso es para sus intereses comerciales y electoreros.
¿Se puede entonces llamar democracia a un país donde se cometen tantos atropellos, injusticias y abusos? ¿Se puede definir como democrático a un gobierno que miente para mantener sus intereses y poder seguir saqueando las riquezas naturales de este país que pertenecen al pueblo?
Claramente No. En México la democracia, cabalmente entendida, no funciona. No sirve. No existe.
¿Para qué entonces la faramalla de las elecciones? ¿Para qué el gasto ingente en recursos, un IFE que no sirve para lo que se dice, sino para velar por la autocracia visceral de la Sra. Gordillo y su vocero, el Sr. Calderón? y los remaches de spots con que se bombardea reiterativamente: “Garantía de legalidad de las elecciones”, “Tribunal electoral, proteger la elección es nuestra obligación” y tantas otras frases hechas y bien sazonadas para que “nuestra democracia crezca” pero no se note el hedor.
En primer lugar, porque hay que proyectarle al pueblo la película que quiere, para que vean sus recursos girar –aunque sea como en un carrusel- En segundo lugar, para que siga creyendo y presumiendo de esa presunta Paz Social, y que no se enteren que su paz, en realidad, es apatía y dejadez, porque sin justicia no hay paz, y de esa manera aprovechar la desinformación con la que seguir abusando de su confianza para saquear impunemente los recursos, ocultando tras el velo de la supuesta democracia, la identidad golpista de un país autocrático.
El IFE está más que en entre dicho. La elección de sus representantes es “dedazo” de los autócratas. Como tal lo confirmó el Sr. Ugalde en su reciente libro, en el que pretendió exculparse por la trama corrupta tras el robo electoral del partido en el poder. Y por tanto, totalmente falto de credibilidad.
Bajo este panorama, nadie puede creer en los políticos de este país, que incrustados en el poder, mienten para no perder sus privilegios. Y una democracia no puede sustentarse en mentiras. El engaño es frecuente en regímenes totalitarios, donde cuando se da la cara a la sociedad, se buscan vericuetos “legaloides” para ejecutar cuando les interesa a los gerentes, o bien se dan versiones manipuladas de la realidad. Algo muy frecuente en este México podrido de corrupción.
Tampoco puede sustentarse sobre la coacción, condicionamientos y presión sobre los ciudadanos. En México no se informa al votante sobre el programa electoral, porque por regla general no existe y faltan ideas y planes. La elección, entonces, se vende como un producto comercial. El deseo de llegar al poder es básicamente tener libertad de actuación para enriquecerse, ya sea legal o ilegalmente. El servicio al pueblo pasa a último plano. Para lograr alcanzar el poder, la amenaza es fórmula común. Por lo tanto se coacciona, se engaña, se desinforma, se hacen regalos, y tropelías similares, lo cual es un delito electoral tipificado en las leyes de cualquier país democrático, y síntoma inequívoco de un país totalitario. Al igual que lo es la ambigüedad de su legislación, de fácil manipulación para no perder privilegios.
Con censura y sin libertad no existe democracia. La libertad es un derecho ciudadano fundamental inalienable, irrenunciable, igualitario y general, no excluyente. En ningún país democrático existe persecución por el ejercicio periodístico responsable y crítico. En México sí. Tras Irak, es el país donde mueren más periodistas en el ejercicio de su profesión. Existen casos muy graves y bien conocidos de represión, coacción, ejecución, tortura y encarcelamientos políticos y arbitrarios por crítica al gobierno, como en el caso de la APPO. Delitos de gravedad permanecen impunes cuando órganos del gobierno se ven implicados. Casos manifiestos son los de las violaciones de mujeres y niñas por parte de soldados del ejército o policías, que permanecen en la clandestinidad o la impunidad: Ernestina Ascensio indígena veracruzana cuyos deudos sólo han visto la fiel justicia vestida de rojo, patente en billetes morados.
No existe democracia cuando el estado es excluyente, y solo aporta beneficios a unos cuantos -los dueños del país- mientras un gran sector de la población sobrevive en estado de servidumbre.
No es democrático un país que margina, miente, abate al oponente político a golpe de cheque, compra, difamación, amenaza o cualquier otra treta para disgregarlo.
No es democrático el político que se impone por la fuerza, ni el estado que utiliza al ejército para reprimir. Ni el que otorga el poder de la información a unos cuantos para manipularla a placer. Tampoco el país que envuelve al pueblo en impuestos legales, mientras excluye del pago de los mismos a grandes empresas multinacionales y multimillonarias que violan leyes de todo tipo: las laborales, las ambientales, las penales… Se ha dejado en la indefensión y el olvido a las familias de los mineros de Pasta de Conchos. Se venden minas a empresas extranjeras de las que el país solo obtiene miseria, mientras la riqueza de la explotación enriquece a sus dueños y a los agentes del gobierno que hicieron el negocio, además de envenenar el agua y producir residuos de alta peligrosidad, que afectan al pueblo y al país gravemente, sin que el gobierno se preocupe lo más mínimo.
El sindicalismo es uno de los casos más dictatoriales. Los cargos son vitalicios y sucesorios -ahora que se critica tanto a los reyes- Los líderes sindicales, por regla general, velan por sus intereses y los de sus secuaces, perjudicando los de los trabajadores. Se apropian de los beneficios correspondientes a los afiliados, y los usan para sus negocios turbios.
En cuanto al bombardeo de spots por la supuesta democracia, no es cierto que se garanticen los derechos electorales. Efectivamente “Proteger la elección es obligación del Tribunal Federal Electoral”, pero no se cumple.
Hay quién afirma, no sin razón, que la democracia es una utopía. Las razones son claras: Los representantes del pueblo, por más que hayan sido elegidos democráticamente, suelen ocultar cierta información, decisiones y prácticas a la ciudadanía. Y cuando se oculta, se miente, se están atropellando los derechos fundamentales, como el de la información fidedigna, y acciones con las que no estaría de acuerdo la ciudadanía general, votantes del grupo en el poder.
Hoy día se conocen prácticas lesivas que imponen o han impuesto diversos países sobre su territorio o sobre otro: se conocen elecciones fraudulentas con ingerencia de países extranjeros, genocidios de todo tipo (con frecuencia raciales); venta clandestina de armas, ejecuciones ilegales, guerras irracionales… y un largo etcétera. Y México no está libre de delito.
En suma: en este país no existe la democracia electoral tal y como se entiende hoy día. La democracia no es un asunto de elecciones. Es un asunto de respeto y tolerancia hacia la diversidad de ideas, opiniones y creencias. Por lo tanto, por más publicidad que quieran hacerle a la democracia de este país, hasta que no exista una verdad social patente, la oportunidad de ejercer plenamente nuestro derecho y se respete el resultado, pluralidad real, transparencia y justicia social, no se podrá hablar de democracia. Cuando los hechos sustituyan a tanta palabrería barata y el reparto de bienes sea justo y equitativo, podremos comprender que la democracia es la verdadera paz social justa y verdadera.laurafdez27@hotmaillcom

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