jueves, 12 de febrero de 2009

UN ASUNTO FAMILIAR 5


5ª entrega

A bordo de la camioneta de regreso a la estación imperó el silencio; cada cual por sus propias razones prefirió no decir nada. Llegando, Mariano condujo a Juvenal hasta el lote donde se hallaban los peones encargados del riego. –Ahora le mando sus botas Juvenal -dijo Mariano mientras el otro descendía del vehículo. Sus miradas se cruzaron por un instante; -que tenga buen día -se despidió el jefe de la estación, dejando al peón a su trabajo.
En su oficina lo recibió Cristina, la encargada de nóminas. –Buenos días, lo saludó con gesto amable. -Hola Cristi, devolvió él, dirigiéndose directamente al sillón de su escritorio.
–¿Cómo le fue ingeniero?
–Digamos que lo bueno es que no son muchos los lunes como éste, dijo dejándose caer sobre el asiento.
–Vi que llegó Juvenal con usted.
–Así es, confirmó su jefe.
–¿Le traigo café?, ofreció la secretaria.
–No Cristi, gracias. Creo que saldré a ver las cosas de la estación, sólo quiero que me comunique con el profesor Grajales.
-Claro ingeniero, enseguida, dijo ella dirigiéndose al teléfono sobre el escritorio de Mariano.
–Dígame Cristi, ¿usted conoce al padre de Juvenal?
-Sí lo conozco, respondió la chica poniendo el dedo índice sobre el interruptor de la línea telefónica;
–¿Qué opinión le merece? Preguntó él. Ella dudó sonriente.
–¿Qué opino de él? ¿Qué se puede opinar de los héroes ingeniero?
–¿Quiero decir, cree usted que se pueda hablar con él?
-No sabría decirle ingeniero, yo pocas veces he cruzado más que el saludo con el viejito.
–Pues yo debo sostener una conversación con él hoy mismo. Ella lo miró inquisitiva.
-¿Por qué no le pregunta a su compadre, don Ceferino?, -sugirió.
-¿Canales, nuestro jardinero?
–Sí, -dijo ella- es de los pocos con los que se frecuenta don Juvenal.
-¡Oiga esa es buena idea! Deje la llamada, ahora mismo lo busco, no, mejor mándemelo traer, por favor.
-Enseguida ingeniero.
El viejo Canales era el trabajador de más edad en la estación; seguía ahí realmente por la benevolencia de los jefes en turno y la indulgencia de la dirección en Texcoco. Ya en el campo no podía rendir y se ocupaba a su propio ritmo de las flores y los arbustos en los jardines alrededor de las oficinas y en el de la casa de de campo. Era de carácter jovial y permanecía completamente lúcido a sus ochenta y siete años, decía que trabajaba para seguir vivo un rato más. Bromeaba y hasta de albures se llevaba con todos los peones; muchas veces, al salir los trabajadores a sus labores en distintos puntos de la estación por la mañana, pasaban junto a él y desde las camionetas se despedían en medio de una gritería que Mariano no comprendía en su mayor parte, pero no le preocupaba, porque era siempre acompañada de carcajadas y risotadas amigables que le indicaban que todo era parte de la camaradería entre compañeros de trabajo. Caminaba despacio, siempre con su guadaña al hombro sobre el morral con la jícara para el agua y lo que sus hijas le pusieran para el almuerzo, del que más de una vez ofreció compartir con Mariano cuando coincidía que este subía a la casa para almorzar a media mañana y se encontraba al viejo sentado sobre una piedra a la sombra del guayabo en el patio de la casa. Era franco, no se andaba con rodeos, hablaba alto seguramente por su propia sordera, producto de los años al igual que su escasa visión; de cualquier modo, Mariano debía esforzarse para comprender sus palabras por la rapidez con que hablaba. -¿Qué pasó ingeniero, cómo vamos? -preguntaba siempre que se encontraban en algún sitio– Bien don Cefe, bien, -era la respuesta usual. –Ora no han venido los jefes ¿verdá? -preguntaba a veces por ampliar la conversación– hay que echarle ganas, ¿no inge?, -le decía- ta´bueno inge, las cosas deben mejorar porque si no mejoran, pos no´stamos haciendo bien el trabajo, ¿no? Hay que´charle ganas ¿verdá? Mariano sonreía.
-Buenos días ingeniero, saludó el viejo con voz ronca pero alegre, entrando a la oficina.
–Qué tal don Cefe, respondió al saludo Mariano,
-Siéntese por favor, dijo señalando la silla frente a su escritorio,
-Me dijo Cristi que quería usté verme, usté dirá pa´que soy bueno.
–Así es don Cefe, lo mandé traer porque quiero preguntarle algo.
–Dígame usté, ingeniero.
-Don Cefe, quiero platicar con don Juvenal. ¿Cómo ve si me lo trae usted aquí en la tarde? El chofer puede llevarlo a usted para pasar por él hasta su casa de regreso de la comida.
–Mi compadre Juvenal no sale mucho de su casa ingeniero, ya está viejo, aclaró.
-Don Cefe, usted debe saber que en la casa de don Juvenal se suscitó un problema grave el fin de semana y que por eso su hijo pasó la noche en la cárcel; de hecho, acabo de ir por él y por suerte el alcalde lo dejó salir; pero el compromiso es que Juvenal haga las paces con la hermana y parece que para que eso suceda, el padre tiene que poner lo suyo. Juvenal tiene cita para el viernes con el juez de paz, antes de eso debo hablar con don Juvenal; yo quisiera hacerlo cuanto antes, concluyó. El viejo peón puso las manos sobre las rodillas.
–Ingeniero, con todo respeto, mi compadre es cabrón. Esas cosas de los chamacos son así; no se llevan, ¿qué quiere usté que haga mi compadre? Mire usté así están mis hijas, a veces pasan semanas sin hablarse.
–Don Cefe, Juvenal irá a la cárcel si no se arreglan las cosas. Lo que ocurrió es grave; la autoridad no puede quedarse de brazos cruzados, hay una denuncia penal en contra de Juvenal. Si usted aprecia a su compadre, yo le ruego que me ayude y lo traiga aquí en la tarde.
–Mire, ingeniero, -respondió el viejo- le prometo hacer lo que pueda, pero no le aseguro nada.
-De acuerdo, don Cefe, eso es suficiente.
–Ta´bien inge, si no hay más yo me retiro, con su permiso -dijo levantándose de la silla.
–Gracias don Cefe- contestó Mariano levantándose también él en señal de respeto. Luego que don Ceferino había salido, Mariano levantó el auricular, –Cristi, ahora sí, márquemele al alcalde por favor. Volvió a sentarse. Momentos más tarde sonó el interfono,
-ingeniero -anunció Cristina- el alcalde salió de su oficina.
-Gracias Cristi; en la tarde insistimos...
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Consulte aquí entregas anteriores:
Parte cuatro:

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